LAS CACAS DE OVEJA.
Un día de pequeño mi padre iba con mis abuelos paseando por el campo y se fue quedando atrás, entonces vio unas cacas de ovejas y se creyó que eran conguitos. Cogió un puñado, que lo guardó en el bolsillo y otro que se lo comió. Al principio pensó que sabía raro, pero luego no notó la diferencia. Al llegar a su cosa le dio un poco a su hermano y él dijo que sabía raro y olía mal. Entonces se lo dijeron a mis abuelos que se dieron cuenta de que no era conguitos si no que eran CACAS DE OVEJA. Ese día le dio diarrea y así aprendió a no comerse las cosas del suelo.
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